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domingo, 31 de marzo de 2013

HABEMUS PAPAMmmmmm...


Jorge Mario Bergoglio, ahora Francisco I, es el tema recurrente de cuanto noticiero, magazine, programa y página de vueltas por ahí. De repente y como por arte de magia (o acto de Dios?) pasó de ser un cardenal políticamente incómodo a ídolo de multitudes enfervorecidas que proclaman su nombre y mercan estampitas con su cara.
Reconozco un dato clave: miembro de la Compañía de Jesús, posiblemente la orden religiosa más menospreciada, atacada y polémica, vinculada a la ilustración; el ala intelectual del mundo católico; cada jesuita es, por carga histórica, un aventurero dispuesto a todo. Si el Catolicismo fuese una agrupación armada (Mmmm) seguramente los jesuitas estarían ubicados en la vanguardia de cada combate. → Es tal el "romanticismo" que cunde a mi alrededor, que me contagio.
Mucho se ha dicho acerca de la participación de Bergoglio durante el Proceso (se lo señala como entregador en el caso de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics)  y esto ha despertado voces a favor y en contra. → [Ver nota de Horacio Verbitsky]
Lo que no se puede ocultar o manipular son ciertos hechos que todos recordaremos con algún grado de nitidez:

*Los almuerzos con Mirtha. → (Vieja concheta y conchuda)
*La íntima amistad con los Juliá. → (Banda de mafiosos emparentados con la Fuerza Aérea)

Lo que, ciertamente, no lo convierte en "una persona austera, al servicio de los más necesitados".

Teniendo estas dos bagatelas como antecedente, antes de lapidarlo sin compasión (y por si estos datos no fueran suficientes) nos meteremos con el vínculo que Jorge mantuvo con la agrupación Guardia de Hierro (o, según varias interpretaciones, "un desprendimiento" de esta agrupación) durante los pesados años de la Dictadura Cívico-Militar.
Ocurre que éste vínculo, se produjo a partir de su participación en la Universidad del Salvador. En 1975 Bergoglio nombró en la universidad a dos miembros de Guardia de Hierro: Francisco “cacho” Piñón y Walter Romero. Justamente, Piñón fue quién designó a Emilio Eduardo Massera Profesor Honoris Causa en 1977. Y acá surge otra polémica: su nexo masserista.
Como vemos, un personaje fascinante, polémico (no olvidemos que es argentino), para analizar con la cabeza fría (sin incienso, mirra ni mistela, porque esas cosas, en el mundo secular, nublan la vista) y participar en la formación que nos hacemos de sus dimensiones sumando argumentos, sin repetir y sin soplar (porque me apagás la vela y la promesa no se cumple).