Tormenta

Ayer a la noche se desató una terrible tormenta sobre Buenos Aires y el conurbano. Fuertes vientos azotaron barrios, villas, zonas rurales y ciudades enteras. Una verdadera mierda de la naturaleza que nos echa en la cara todo su descontento, como ya muchas veces se ha dicho.

En la televisión se cansaron de pasar imágenes de los destrozos, “el día después”, las casas en ruinas, los barrios afectados por esta, tragedia, si, teniendo en cuenta que hasta el momento, catorce personas murieron a raíz de esta catástrofe.

En sintonía con el temporal, los servicios de energía eléctrica, tv por cable e internet se vieron perjudicados. Otra tragedia. Al menos para cierta gente de acendrado espíritu burgués, como porteños bien resguardados en sus casas millonarias, clase media alta que se indigna con facilidad ante hechos que realmente desconoce, o el especialista en tecnología de Telefé, Federico Ini, quien calificó el suceso como “downburst” (traducido como “reventón”, pero tranquilos que no estamos hablando del boliche) y se despidió diciendo que fue un “placer”.

Lo único que no me quedó claro de todas las notas que se les hicieron a los vecinos, es la noticia de la instalación de artefactos medidores de viento. Dado que cada una de las personas que era consultada, aventuraba cifras acerca de la velocidad de las ráfagas. Ciento diez Km/h, ciento veinte Km/h, etc. ¿De dónde sacaron esos datos?

“Micro ráfagas descendentes”? … Una tormenta difícil de calificar, al parecer por los calificados perrodistas, pero seguramente fácil de sentir por todos los que la sufrimos.