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martes, 21 de octubre de 2008

Policiales

"Estos casos, ¿son reales?".
Me preguntaba una señorita muy aseñorada, azorada, tiernamente crédula, quizás vencida frente a la incógnita ineludible; irresoluta.
Paso a declarar:
Oficial de la Bonaerense detiene a punta de pistola a un jóven que circulaba en bicicleta. Lo obliga a poner las manos en la nuca. Seguidamente le ordena con un vozarrón estruendoso, como se estila en la fuerza, que se tire al piso boca abajo, pero el muchacho se rehúsa a acatar esta última orden. El efectivo - aunque no infalible - se exaspera, mas no lo golpea como es costumbre, sino que se conforma con cagarlo a puteadas con el rostro lacónico.
Una vez palpado y despojado parcialmente de sospechas, el muchacho se monta en su vehículo a pedal y cuando se está yendo, el hombre que reglamentariamente debería haber llevado puesta una gorra, pero que en ese momento justo no la tenía, le dice (siempre imperativo):

-Tené cuidado que andan robando.

A lo que el chico responde:

-Vos sos policía, yo te pago para que me cuides, asi que hacé bien tu trabajo y no me va a pasar nada.

Y se fue a encargar una pizza de jamón y morrones para su mamá hambrienta.

La Policía, una institución execrable, harta de cometer ilícitos, quien sabe si para fomentar su propia fuente de trabajo, nos ha sabido dar un sinnúmero de casos vergonzosos y vituperables. No podemos menos que repudiar su envestidura falta de vocación.
Dejo otra historia prometiendo más, ya que el abrevadero es inagotable:
Operativo Cerrojo: todo aquél que quiera atravesar la frontera entre Provincia y Capital - o viceversa - deberá pagar tributo.
Un laburante conocido del barrio, me comenta el otro día al pasar que, en pleno desempeño de sus labores, lo detuvieron con su auto debajo del puente para solicitarle la documentación propia y la de su vehículo, pero también lo detuvieron para recaudar unos morlacos, si se podía (esto lo supe después).
Este trabajador, dignificado por su condición, le facilitó las papeletas al policía federal, y éste, viendo que afortunadamente para él, nuestro amigo no cumplimentaba todos los requisitos para largarse de ahí, le espetó el consabido chamuyo propio del que manguea, y agregó: "Nosotros trabajamos a colaboración", por lo que mi vecino quedó estupefacto de momento. Cuando reaccionó, le pidió al oficial que le hiciera la multa para no seguir escuchando semejantes boludeces, y se fue del lugar mascando hiel, como hubiera hecho cualquier persona decente de cara a la impunidad naturalizada.
¿ Corolario?, no hace falta. Prefiero terminar con un pequeño interrogante recién acaecido:
¿Quién vigila al vigilante de la esquina?.
Salud! Y hasta la próxima injusticia!.

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